Cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, para que recibiéramos la adopción filial (Gal 4, 4-5).
Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas (Evangelii gaudium, n. 186).
María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización (Evangelii gaudium, n. 288).
Unidas a María, Madre de la Humanidad y Madre de Jesucristo, Dios-Palabra hecha carne, os ofrecemos nuestra oración, especialmente en estas fiestas de la Navidad.
Dominicas Contemplativas de Vitoria