“Queridos hermanos y hermanas. Hoy quisiera referirme al aspecto positivo y decisivo de la figura del padre. Toda familia necesita un padre. Un padre que no se vanaglorie de que el hijo sea como él, sino que se alegre de que aprenda la rectitud y la sensatez, que es lo que cuenta en la vida. Esto será la mejor herencia que podrá transmitir al hijo, y se sentirá henchido de gozo cuando vea que la ha recibido y aprovechado”.
Por eso, ha proseguido, “trata de enseñarle lo que el hijo aún no sabe, corregir los errores que aún no ve, orientar su corazón, protegerlo en el desánimo y la dificultad. Todo ello con cercanía, con dulzura y con una firmeza que no humilla. Para ser un buen padre, lo primero es estar presente en la familia, compartir los gozos y las penas con la mujer, acompañar a los hijos a medida que van creciendo.” La parábola evangélica del hijo pródigo –ha recordado el Papa— nos muestra al padre que espera a la puerta de casa el retorno del hijo. Sabe esperar, sabe perdonar. Así, ha afirmado que “también hoy los hijos, al volver a casa con sus fracasos, necesitan a un padre que los espera, los protege, los anima y los enseña cómo seguir por el buen camino. A veces tiene que castigarlo, pero nunca le da una bofetada en la cara. Muchas veces no lo admitirán, pero lo necesitan. Como todos necesitamos acudir al único padre bueno, como dice el Evangelio, el Padre nuestro que está en los cielos!”
A continuación ha saludado a los peregrinos de lengua española provocando un fuerte aplauso de los presentes. En particular, ha dicho el Santo Padre, ha saludado “a los venidos de España, Argentina, México, y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que nunca falte en las familias la presencia de un buen padre, que sea mediador y custodio de la fe en la bondad, la justicia y la protección de Dios, como san José”.
Finalmente, tras los saludos en las distintas lenguas, Francisco ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Tal y como ha recordado el Papa, mañana se celebra la memoria de santa Ágata, virgen y mártir. De este modo, el Pontífice ha pedido que esta santa que murió joven, haga comprender a los jóvenes “el valor de la vida vivida para Dios”.
Asimismo, ha deseado para los enfermos que su fe inquebrantable ayude a los enfermos a “confiar en el Señor en los momentos de desconsuelo”. Y que “su fortaleza en el martirio” le indique a los recién casados “los valores que verdaderamente cuentan para la vida familiar”.