«Queridos hermanos y hermanas, buenos días. En este domingo continua la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan.
Después de la multiplicación de los panes, la gente había iniciado a buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él entiende bien el motivo de tanto entusiasmo por seguirlo y lo revela con claridad: “Me buscan no porque han visto signos, sino porque han comido de aquellos panes y se han saciado”.
En realidad esas personas lo siguen por el pan material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había realizado la multiplicación de los panes. No habían entendido que ese pan partido para tantos, para muchos, era la expresión del amor del mismo Jesús. Han dado más valor a aquellos panes que a su donador.
Delante a esta ceguera espiritual, Jesús evidencia la necesidad de ir más allá del don y descubrir al donador. Dios mismo es el don y el donador. Y así en aquel pan, en aquel gesto, la gente puede encontrar a Aquel que lo da, que es Dios.
Invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas: el comer, vestir, el éxito, la carrera. Jesús habla de otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y acoger. Él exhorta: “Empéñense no por el alimento que no dura, pero por el alimento que queda para la vida eterna y que el Hijo del hombre dará. O sea busquen la salvación, el encuentro con Dios.
Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre físico el hombre lleva consigo otro hambre –todos tenemos este hambre– un hambre más importante que no puede ser saciado con el alimento normal. Se trata de hambre de vida, hambre de eternidad que solamente Él puede satisfacer en cuanto es ‘el pan de vida’.
Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina la preocupación de todo esto que puede volver la vida más avanzada. Pero Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador. Y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegría tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, o sea en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él.
Y este encuentro nos ilumina durante todos los días de nuestra vida. Si pensamos a este encuentro, a este gran don, los pequeños dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. ‘Yo soy el pan de vida, quien viene a mi no tendrá más hambre y quien cree en mi no tendrá nunca sed. Esta es la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo.
Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, “pan de vida”, da significado y esperanza en el camino habitualmente tortuoso de la vida. Pero este ‘pan de vida’ nos ha sido dado con una tarea: para que podamos saciar al mismo tiempo el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes.
Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria hacia el prójimo, volvamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres. La Virgen Santa nos ayude en la búsqueda y en seguir a su hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se corrompe y dura en la vida eterna».
El papa ha rezado el ángelus y a continuación ha dicho las siguientes palabras:
«Queridos hermanos y hermanas, les dirijo mi saludo a todos ustedes, fieles de Roma y peregrinos de diversos países.
Saludo a los jóvenes españoles de Zizur Mayor, Elizondo y Pamplona, y también a los italianos de Badia, San Matteo della Décima, Zugliano y Grumolo Pedemonte. Y saludo la peregrinación a caballo de la ‘Archicofradía Parte Guelfa’ de Florencia.
Hoy se recuerda el perdón de Asís. Es un fuerte llamado para acercarnos al Señor en el sacramento de la misericordia y también para recibir la comunión. Hay gente que tiene miedo de acercarse a la confesión olvidándose que allí no encontramos a un juez severo sino al Padre inmensamente misericordioso.
Es verdad que cuando vamos al confesionario sentimos un poco de vergüenza, y esto nos sucede a todos, a todos nosotros, pero tenemos que recordar que también esta vergüenza es una gracia que nos prepara al abrazo del Padre que siempre perdona y siempre perdona todo. A todos ustedes les deseo un buen domingo.
Y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘Buon pranzo’ y ‘buona domenica’